lunes, junio 20, 2005
Le pegaron al campeón
Cuatro besos al cielo y… un gol, el del triunfo sobre Brasil, el de la calificación mexicana a semifinales de la Copa Confederaciones.
Cuatro veces Jared Borgetti miró al cielo y dedicó los labios, en una imagen que pasó de la decepción al frenesí, del error en tiros de penalti al acierto en el juego aéreo.
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Contrastes de una noche en Hannover…
Al minuto 28 el delantero protagonizó una escena inusual en el futbol: tras un desborde de Ramón Morales, Jared recibió falta de Roque Junior dentro del área. ¡Penal!, no lo dudó el árbitro italiano Roberto Rosetti. El primer tiro fue consumado por el propio Borgetti, pero el silbante ordenó repetirlo porque Fonseca pisó el área a destiempo; el segundo disparo voló al travesaño, aunque para respiro del mexicano, Rosetti lo invalidó por el movimiento exagerado del portero Dida.
Por tercera vez Jared se paró frente al balón, ante la desesperación de La Volpe, quien no sabía si cambiar de tirador o aconsejar a su jugador una dirección diferente.
"Yo lo voy a tirar", replicó Jared con valentía, aunque el semblante denotaba nerviosismo y desconfianza. Por tercera vez fijó los ojos en el firmamento y lanzó un beso. Ese había sido su ritual antes de cada cobro.
Silbó el de negro y… Dida rechazó el balón y dejó al atacante enterrado en la zozobra, soñando con una cuarta repetición. No la hubo: había entonces que rezar para que no se cumpliera el adagio: fallar un penal contra Brasil era firmar la derrota.
Pero esta vez el cuadro tricolor no dependió de los hachazos de la fortuna ni de las oraciones: después de aquella pifia, desbarató con orden y personalidad los embates brasileños, que habían sido muchos al iniciar el partido.
Al menos los primeros 20 minutos Brasil obsequió toques mágicos, triangulaciones y tiros de media distancia que fueron rechazados con un toque de suerte. Una y otra vez las ráfagas de Kaká y Adriano se estrellaron en la muralla defensiva, hasta que llegaron los minutos malditos desde la mancha blanca.
Jared desapareció del campo, aunque la concentración y la eficacia táctica de sus compañeros lo sacaron a flote, junto al funcionamiento colectivo, que terminó por empañar la fantasía enemiga.
Ya para el inicio del segundo tiempo, el Tri era dueño del mediocampo y el cambio de Luis Pérez por Fonseca terminó por completar el dominio. Sólo un jugador, Jared, parecía fuera de ritmo, porque volvió a fallar frente a Dida al resolver una jugada con la rodilla y no con la cabeza.
Pero la revancha y el giro del azar se dio al minuto 13 del complemento, como una bondad del destino: Pavel Pardo cobró un tiro de esquina y Borgetti ganó el salto a los defensas, giró el cuello y envenenó la red. Se escuchó el tambor y las matracas, mientras el goleador ofrecía otra vez los labios. Cuarto susurro al cielo.
El 1-0 sólo fue un espejo de la eficacia mexicana. El de ayer podría contarse como uno de los mejores partidos tricolores de los últimos años y así lo entendió la afición alemana, que coreó oles y vivas.
Cuando la zaga dudó, sobresalieron los vuelos de Oswaldo Sánchez, quien ya en tiempo de compensación le arrebató el empate a Lucio, como antes lo había hecho con Adriano. El cielo quedó besuqueado y México instalado en la etapa previa a la final…

Coincidencias y azares
Los últimos cuatro triunfos mexicanos sobre el Scratch han sido por 1-0. Al de ayer se suman el de la Copa América 2001, y los dos de la Copa de Oro 2003. Lo curioso es que Borgetti ha sido el hombre de la suerte en tres de estas cuatro victorias: salió como el héroe en Hannover y antes había anotado en Colombia 2001 y en la ronda inicial de la Copa de Oro.

La anécdota
Al minuto 4 del segundo tiempo un aficionado alemán se saltó al campo para abrazar a algunos jugadores. Ante la rápida reacción de los guardias de seguridad, el intruso optó con escapar, pero un par de tropezones permitió su captura y posterior encarcelamiento.
 
posted by Van Rick at 9:39 a.m. | Permalink |


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